Comenzamos el día con un buen desayuno cántabro: colacao, galletas, cereales, sobaos, tostadas calentitas con mantequilla y mermelada. De esta manera, nos cargamos de energía y mientras esperábamos el solete, hicimos unos divertidos talleres.
Para comer, nos hemos puesto las botas con unas riquísimas lentejas y filete de lomo, dejando al cocinero con la boca abierta y las cazuelas vacías.
Después, con la llegada del sol no hemos tenido ni un minuto libre y hemos podido disfrutar de las instalaciones estrella del albergue: rocódromo, mini golf, tiro con arco, tirolina, bolos, basket y juegos con paracaídas.
La noche promete ser inolvidable, a la luz de la Luna y al resplandor de la hoguera de los deseos.